Los adolescentes confrontados a modelos parentales de tipo democrático, igualitario o tolerante raramente experimentan sentimientos de rechazo; de un 40 a un 42% de los adolescentes que se enfrentan a modelos autocráticos y autoritarios se sienten rechazados, al igual que entre el 56 y 58% de los adolescentes confrontados a modelos laisser faire (negligentes) y ciegos.
La agresividad verbal.
El comportamiento agresivo del adolescente en el seno de la familia indica a menudo problemas de interacción importantes: los padres son permisivos y débiles, no consiguen ponerse de acuerdo sobre la línea de conducta que deben mantener, los conflictos entre ellos aparecen por el tema de la educación del niño o el adolescente, el cual observa y saca el máximo partido del desacuerdo de sus padres.
Las maniobras de chantaje y de manipulación utilizadas por el niño o el adolescente serán eventualmente la puerta de entrada a dificultades más importantes, entre otras a comportamientos francamente delincuentes.
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La agresividad del adolescente puede finalmente expresarse físicamente, aplicándola directamente sobre los demás.
El adolescente agresivo pone literalmente al otro en el desafío de medirse a sí mismo; si el otro niño no lo hace lo ridiculiza y lo trata de miedoso; en el caso de que responda a la provocación, es acusado de haber empezado y haber desencadenad la pelea. El mecanismo de identificación del agresor es corrientemente presentado en este tipo de altercado (“no e sido yo el que ha empezado, ha sido el otro”).
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